Tiempo de… líos (V)

 #DalealPlay# the impossible astronaut

Despacho del subsecretario_ 2017.

—No sé si es una locura o una genialidad —confesó Ernesto, sin poder dejar de mirar la pantalla del plasma. La claridad en los túneles, con todas sus puertas abiertas era asombrosa. Tan asombrosa como que una rata pudiera retroceder más de mil años desde las Cortes de Cádiz al teatro romano de Caesaraugusta, simplemente cruzando un pasillo. Las posibilidades eran infinitas… y aterradoras: asomándose a una portezuela del Lanfranco, Blas de Lezo podía intercambiar miradas y pendencias con cierto exmandatario enchironado.

—Le sorprendería cuántas veces ambas van de la mano. —Sin prestar demasiada atención a lo que hacía, Salvador tomó la cafetera y se sirvió un poco más de café portugués.

—Pero…

—Sin peros, Ernesto. A usted, cuando se le quema algo en casa ¿qué hace? ¿Usted… cocina? Bueno da igual. ¿Se airea, no? Pues esto es lo mismo. —El subsecretario, por primera vez animado en toda la tarde, se sentó en la cómoda silla acolchada y dio un pequeño sorbo. Ni que decir tiene que se abrasó hasta el bigote de igual manera— Me ca…

—¿Cuánto ha pasado desde que avisamos? ¿Un par de horas? Ya apenas queda humo.

—¿La señorita Larra tiene ya a punto el dispositivo médico?

—Listo para evacuar a los pacientes a su orden.

—Bien. En cuanto se haya disipado del todo evacuen. Yo voy a ponerme en contacto con los guardas para que en media hora cierren las puertas… Tampoco es necesario alterar a todo el mundo.

—¡Señor! —Ernesto se giró en busca de su superior, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo— ¡Se están levantando!

—¡Excelente! Que el equipo médico baje inmediatamente. A no ser… —No pudo adivinar el sentido de la expresión de Salvador, era casi tan trágica como cómica.

—¿Qué ocurre?

—¿Cree que sean zombies? —Por un instante pareció que el jefe de operaciones iba a estallar en carcajadas en la cara del subsecretario… pero no. Ernesto era demasiado profesional, aunque sin duda era lo que estaba buscando Salvador con tal ocurrencia.

—Los zombies no existen señor.

—Bueno, para mucha gente este Ministerio tampoco. Permítame ser un poco suspicaz al respecto, Ernesto. Nos hemos librado de una buena.

—Eso no lo podemos negar, no —Irene entró apresuradamente en el despacho con un teléfono en la mano que le resultó familiar— Eso es mío.

—Te le has dejado en la salita. Acaba de llamar Alonso y tenemos un problema, y de los gordos.

—¿Amelia está bien?

—Sí, sí, claro. He podido hablar con ella, y salvo en un… asunto, Amelia está perfectamente.

—Es una gran noticia.

—¿En un asunto?

—Se ha revelado en ella un síntoma a la exposición del gas. Alonso me ha llamado todo preocupado porque cree que Amelia ha perdido la memoria, no recuerda nada del ataque.

—¿El gas le ha producido amnesia?

—Amnesia selectiva parece. Lo he estado hablando con los doctores a cargo. Se ha demostrado que el xenón borra los recuerdos traumáticos, es posible que fuera lo que pretendían.

—¿Querían hacernos más felices?

—¡Quién entiende a estos americanos, Ernesto!

—No lo entendéis —se exasperó Irene, con razón—  Amelia no sólo ha olvidado el ataque. Por lo que me ha contado Alonso, ni siquiera recuerda que Julián se marchara.

—Pero eso fue hace meses…

—Sí, no está circunscrito al ataque… — respondió ella— Y aún no sabemos la magnitud de lo que ha ocurrido ahí abajo. Señor, creo que deberíamos replantearnos el asunto de Darrow.