El último descendiente

Entras en la cafetería un poco angustiado. Justo en la esquina de la calle, un yonqui te ha espetado algo que el chip de tu cerebro ha traducido como un «y tú qué coño miras», aún con la jeringa colgando del brazo. 

Presunción de inocencia III

Trice se escabulló, discreta, entre la multitud que aguardaba cerca de los portones de madera nada más dar por concluida la misa del Padre Andrés. Sus tíos aún tardarían un buen rato en despedirse de tanta gente, era el momento perfecto para perderse por ahí sin que la echaran demasiado en falta. Pidiendo disculpas en…

Las lágrimas de Apaksha

Ahmed amaneció aquel día perdido en unos ojos muy azules, los de su Ára. Le miraba con interés tras el filo de unas pestañas cortísimas y negrísimas, que hacían de sus ojitos enormes mares cristalinos. Abrazaba a su madre con ambas manitas mientras mamaba, tan fuerte que parecía que temía —no sin razón, quizás— que…

Quiéreme

—Quiéreme niña, quiéreme niña, quiéreme siempre…  —canturreo en voz baja. Con tremenda chulería disparo al camino que se abre bajo nuestros pies, penetrando serpenteante en el canchal.  Alonso me mira y se sonríe. Recarga y dispara. Otro facha muerto. Y otro más— ¡Perales! Deje de intentar pegar la hebra, que soy su superior. —Pero si…

Presunción de inocencia II

Bèatrice atravesó el arco que separaba el patio de armas de los jardines exteriores conteniéndose, intentando que sus propios pies no echaran solos a correr, pero en cuanto vio al mosquetero bien plantado junto a la celosía cuajadita de rosas blancas no pudo retenerlos más y tuvo que dejarlos a su aire. Por unos efímeros…

Presunción de inocencia I

Siendo sinceros, habían pasado años (décadas incluso) desde la última vez que Jean Armand había pisado una iglesia. Probablemente la última vez que había atravesado el pórtico de una de ellas había sido el de la catedral de Saint Marie allá en Trois Villes, y apenas sí era capaz de recordar el momento exacto en…

Agarimo, Dima.

—Marcho que teño que marchar. Non podo falar agora. Aldara… Aldara, teño que atrapar un avión. No… Que te he dicho que nos vemos en casa. Bico. Venga, adiós, adiós. Cuando se cabreaba, a Iago se le rebelaba la lengua sin querer. Pensaba en gallego, soñaba en gallego, pero cuando salía de la tierriña se…

Nephilim

—Nosotros no tenemos miedo, tenemos fe. Las palabras de tu tío te vienen a la mente, martilleándote con el eco de su enoquiano sereno. Porque para Miguel, como para el resto, el pavor no existe: son pura luz brillante entre las tinieblas. ¿Qué podrían temer ellos? Y sin embargo no les envidias. El miedo es…

Crisis de identidad

Si Manuel no fuese sordo como una tapia se habría asustado, como el resto de la escuadra, al escuchar gritar al cabo Palomares el mantra que les grababan a fuego en el corazón desde que eran bien niños. Acabó amortiguado; él entre plumas de ángeles allá en el otro mundo, y su proclama perdida como…

Estrellas, tenedores y cuchillos.

—¡Te lo dije! —le espetó, resabida, Maribel a su esposa. Lidia miró con gesto casi impasible su carita de disgusto mientras señalaba con el tenedor algo invisible sobre su plato—. No me mires así, no estoy loca. Hay un pelo, Lid.